miércoles, 24 de marzo de 2010

Españoles maquisards (3)

Españoles en el Maquis francés
Testimonios de Jorge Pérez-Troya y José Goytia

Jorge Pérez-Troya, evadido de la base de Brest, trabajó algún tiempo en el departamento de Landes para obtener papeles en una empresa que trabajaba para los alemanes, y en cuanto tuvo una nueva situación legal se marchó a Burdeos en el mes de junio de 1941. Allí trabajó primero en el matadero y cuando encontró el contacto con el PCE se incorporó a un grupo de guerrilleros. Además del trabajo de difusión de los materiales de propaganda contra los alemanes, el grupo realizó las operaciones siguientes:

- "Incendio de un tren de forrajes destinado a Alemania en la estación de Saint-Jean.
- Sabotaje de la línea de ferrocarril Burdeos-Bayona, algunos minutos antes del paso de un convoy de tropas alemanas.
- Destrucción de dos postes de alta tensión cerca de Burdeos.
- Ataque de un cuartel ocupado por los alemanes. Dos guerrilleros mataron a los dos centinelas y arrojaron una bomba contra un grupo de oficiales."

Estas operaciones fueron realizadas entre los meses de marzo y julio de 1942. A fines de julio, Jorge Pérez Troya y el Americano se marcharon a París para reforzar el grupo español FTP-MOI.

José Goytia, uno de los fundadores de la resistencia española en Angouléme, llegó a Burdeos en el mes de enero de 1942 y se incorporó al Grupo 3 FTP de la Gironde. Su primera actividad fue la recepción del material que llegaba de París.

La región de Burdeos era una zona peligrosa y el relevo de los detenidos y de los perseguidos era indispensable. Después de un período de calma relativa, debido sin duda a la reorganización, en el mes de marzo de 1942 los guerrilleros atacaron a una patrulla alemana en la calle del Palais Gallien y en el mes de mayo pusieron una bomba en la Kriegsmarine. Entre dos operaciones importantes, los guerrilleros desorganizaban las comunicaciones alemanas cortando las líneas telefónicas de la ciudad y de las afueras.

Hasta el mes de julio, el grupo FTP de Goytia destruyó los carteles de las operaciones alemanas en el frente del Este, fijados en las carteleras de la plaza de la Victoire y del Pont de Fierre, atacó una oficina alemana de colocación en la calle de Ste Catherine, y algunos días después depositó una bomba en otra oficina alemana en la plaza Quinconces.

En el mes de julio de 1942 muchos resistentes fueron detenidos y otros tuvieron que marcharse a París o esconderse durante algún tiempo. Todo esto representaba gastos suplementarios y las "finanzas" de la organización española disminuía de día en día. El grupo de Goytia preparó minuciosamente una operación "económica", pero que tenía una repercusión política en la población. A primeros de septiembre, Goytia y Caspueñas penetraron en la zona prohibida de la base de submarinos en donde se encontraban las oficinas de suministro, de asuntos sociales, etc., para los obreros que trabajaban en la base. A primera vista las dificultades eran enormes. En el mismo edificio había un emplazamiento de la DCA y el alojamiento de los sirvientes de la batería. El único punto débil del enemigo era su excesiva confianza en sus servicios de seguridad. ¡Sólo un loco trataría de meterse voluntariamente en la boca del lobo! La operación fue realizada con facilidad, y los supuestos responsables fueron... ¡los militares de la base!

En el mes de octubre de 1942, los comisarios Poinsot y Anglade, creyeron que la resistencia había recibido un golpe mortal con la detención de cincuenta camaradas franceses. Para demostrar su presencia a toda la población, la dirección del Suroeste confió a dos grupos españoles la difusión de un llamamiento al pueblo de Burdeos de los FTP y del Front National. Desde las 5 hasta las 7 de la mañana, Goytia, García, Teo (Saez) y Caspueñas distribuyeron ostensiblemente la propaganda en las principales calles de la ciudad. Era la primera vez que se distribuían públicamente los "tracts" para demostrar que la resistencia estaba más decidida que nunca a continuar su acción.

Los españoles dejaban ver que estaban bien armados, no por fanfarronada, sino como garantía de su propia seguridad. Los transeúntes miraban a aquellos extraños propagandistas, los unos con simpatía y los otros con sorpresa, no creyendo lo que veían sus ojos. Algunos guardias urbanos se hicieron los tontos, y una vez pasado el peligro se decidieron a recoger los "tracts" que habían caído por el suelo.

Después de las detenciones del mes de agosto era indispensable y urgente la reorganización de los grupos FTP y la del Estado Mayor. La nueva dirección regional FTP-MOI estaba constituida por Cosme, responsable militar; Saez (Teo), responsable político, y Goytia, responsable técnico.

La Policía francesa y la Gestapo continuaban pacientemente sus pesquisas que dieron como resultado la detención de varios camara-das franceses. Tres traidores que trabajaban para la Brigada Especial de Poinsot habían logrado entrar en las filas de los FTP causando grandes estragos. Los tres "chivatos" fueron desenmascarados rápidamente. El primero, que vivía en las afueras de Burdeos, fue "eliminado", y los otros dos desaparecieron de la ciudad considerando insuficiente la protección de la Policía.

A pesar de estas medidas de auto-defensa, las detenciones continuaron. Goytia esperó, durante tres días consecutivos, en el lugar de la segunda cita que se daba por motivo de ausencia o de peligro en la primera, al camarada Tassé, responsable interregionarl FTP. Algunos días después se enteró de que le habían detenido. También hubo de suspender la operación de sabotaje de la vía férrea cerca de Burdeos, minuciosamente preparada para finales de noviembre, porque el camarada que debía encargarse de los explosivos había sido detenido la víspera del día previsto para esta acción.

Durante los dos últimos meses del año 1942, los guerrilleros cortaron frecuentemente las líneas telefónicas. La operación más espectacular fue realizada por Teo y Goytia. Este último trepó por la fachada de un edificio, enfrente de la Prefectura, a las 5 de la mañana. Cuando llegó al balcón del primer piso cortó la línea que pasaba a medio metro de distancia. Cincuenta metros más lejos, Teo hizo el segundo corte, y los dos guerrilleros recogieron tranquilamente el cable y lo hicieron desaparecer.

En el mes de diciembre de 1942, Cosme, Saez (Teo) y Goytia fueron nombrados responsables de la interregión del Suroeste FTP, y el año se terminó con dos ataques contra las patrullas alemanas ya mencionadas en el resumen de operaciones del R-3. En el mes de enero de 1943, los guerrilleros atacaron otra patrulla alemana, hirieron a dos soldados y recuperaron una granada.

El comisario Poinsot utilizaba todos los medios posibles para terminar con los grupos armados y después de las misteriosas desapariciones de sus mejores indicadores se sirvió de un "chivato" español reclutado por el comisario Anglade. Este traidor - que se llamaba Mujica - hacía este repugnante oficio impulsado sobre todo por un miedo terrible a la tortura que estaba suspendida por un hilo sobre su cabeza, como la espada de Damocles. Desgraciadamente, era un enlace de la organización española del Suroeste y tenía un "contacto" con la dirección de París. Goytia dice textualmente en su testimonio:


"La conducta de Mujica empezó a infundirme sospechas a fines del mes de diciembre de 1942. Los camaradas que venían a relevar a los muertos y a los deportados tenían necesidad de papeles falsos, justamente cuando teníamos más dificultades para obtenerlos. Nos propusimos, pues, entrar durante la noche en una oficina alemana en la cual, según nuestros informes, podríamos encontrar los documentos y los sellos para falsificar los Auswais y los contratos de trabajo.

Como era su primera operación, Mujica se quedó en el exterior para acechar las idas y venidas de las patrullas y para vigilar la puerta que habíamos dejado entreabierta para facilitar nuestra retirada en caso de peligro.

Desgraciadamente, nuestros informes eran erróneos en cuanto a la ausencia de todo el personal durante la noche, y tuvimos que huir hiriendo a un alemán que nos perseguía. Cuando llegamos al fondo del pasillo nos encontramos la puerta cerrada. Este contratiempo (que había sido premeditado) nos hizo perder algunos minutos, y cuando salimos a la calle las primeras patrullas alemanas estaban a cien metros. Mujica había abandonado su puesto...

Después de cada operación nos reuníamos para hacer el análisis y la crítica. Mujica había sido convocado y dijo primero que había visto de lejos a la patrulla y había podido escaparse, pero acosado por nuestras preguntas terminó por confesar que acometido de espanto había cerrado la puerta para que no se oyese el ruido de la lucha.

Un camarada tomó el primer tren para buscar el contacto con la dirección de París sin pasar por Mujica y logró encontrar a un miembro del comité que estaba muy inquieto por nuestro silencio. Desde hacía algún tiempo, Mujica decía que no había novedad y se guardaba las instrucciones, el dinero, las cartas de alimentación, etc. Pero estos informes llegaron demasiado tarde y Mujica tuvo tiempo suficiente para desaparecer... Por aquellos días habíamos decidido ir todos a Bayona para realizar una operación, pero los camaradas me dijeron que me quedase para acudir a tres citas en Burdeos. La primera era a las 3 de la tarde, con un responsable del PCF, en un lugar poco frecuentado del muelle del Garonne. Le vi de lejos. Estaba solo y hubiera podido prevenirme fácilmente en caso de peligro. Hablamos paseándonos hacia un rincón, en donde nos esperaban los policías de la Brigada Especial con dos perros y armados hasta los dientes...

Más tarde supe que aquel individuo declaró todo lo que sabia a la Policía inmediatamente después de su detención por miedo a la tortura, y que era el responsable de la detención de los principales dirigentes regionales del PCF, del PCE, de la Juventud y de los grupos armados.

Durante dos meses fui interrogado y torturado sin parar. Hacia el mes de abril de 1943, el comisario Poinsot en persona me interrogó sobre algunos hechos auténticos conocidos solamente por la dirección; Cuando un policía me enseñó, entre dos palizas, una fotografía de Mujica no quise reconocerle, pero comprendí de donde venían las informaciones.

A medida que pasaban los días, los policías redoblaban su brutalidad. Pretendían que Mujica era mi ayudante y que mi obstinación en negarlo no hacía más que agravar mi caso. En realidad, todo esto era el prefacio de una siniestra comedia. Mujica hizo su aparición, se precipitó contra mí como un loco y me acusó de haberle "dado". Cuando volví a mi celda me encontré de nuevo con Mujica, que no había terminado su número de circo. Me abrazó y me felicitó por lo que había soportado en silencio. Según él, era la Policía la que le había dictado su conducta.

Era la primera vez que no estaba solo en mi celda y la indeseable presencia de Mujica era más que sospechosa, a pesar de sus protestas. Me contó una historia rocambolesca y me hizo una serie de preguntas sobre los hechos acaecidos durante su viaje a París. Me di cuenta enseguida del partido que podía tirar de esta grosera maniobra y le conté una versión de los hechos que podía despistarle completamente. En el primer interrogatorio, después de nuestra conversación, negué todo lo que ya les había dicho su "chivato" y cuando creí que el sufrimiento era "razonable" declaré lo que había contado a Mujica. No le volví a ver más...

En el mes de mayo me confrontaron con Cosme y Teo, que habían sido detenidos algunos meses después que yo. La sorpresa de mis camaradas al verme vivo fue inmensa. Creyendo que me habían fusilado, cargaron sobre mis huesos los hechos más graves durante los interrogatorios anteriores a nuestro encuentro. Naturalmente, se retractaron para ayudarme, pero no queriendo aumentar sus sufrimientos asumí la responsabilidad de todo lo que sabía la Policía. Mi actitud me costó una paliza suplementaria y Poinsot dijo que yo intentaba salvar a mis camaradas cuando ya no tenía nada que perder.

A pesar de mi lastimoso estado, siguieron encarnizándose conmigo hasta que se decidieron a embarcarme en un convoy de "terroristas peligrosos", franceses y españoles, destinados a Romainville, primera etapa de la deportación".

"Luchando en tierras de Francia". Miguel Angel Sanz
Ediciones de la Torre. Madrid 1981

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